lunes, 19 de enero de 2009

CONTINUACIÓN DE LA ENTRADA ANTERIOR

ESCENA QUINTA

(Agrigento. Semanas después. Septiembre.
La sentencia del juicio).

Sebastiano leonetti, juez



Juez Leonetti.- (Lee). «El presente Egregio Tribunal del Reino de Italia, con fecha 17 de septiembre de 1910, sentencia que:
Habiendo sido desestimadas las alegaciones presentadas por el excelentísimo abogado defensor, Don Vittorio Zummo, en las que se afirma la existencia de espíritus en la propiedad denominada “Casa de Granella; y al considerar del todo inciertas y no probadas las teorías de los fenómenos llamados espiritistas: se condena al demandado, Don Serafino Piccirilli, a pagar daños y perjuicios al demandante Don Gàspare Granella, por el delito de difamación. De igual modo, este Egregio Tribunal condena al demandado a pagar los gastos y costas del presente juicio. Así por esta mi sentencia, lo pronuncio, mando y firmo, y para que conste expido la presente en Agrigento a 17 de septiembre de 1910.
Excelentísimo Señor Juez Don Sebastiano Leonetti».

(El público desaprueba unánimemente la sentencia. Zummo clama contra el tribunal con indignación. La multitud aplaude a los Piccirilli. Gritos e insultos contra Granella).



ESCENA SEXTA

(Calle de Agrigento. Días después del juicio).

Alfio, vecino agrigentino
Accursio, vecino agrigentino
Filomena, vieja vecina agrigentina


(La casa de Granella se alza en el barrio más alto de Agrigento.
Han pasado algunos días desde la sentencia. Los vecinos agrigentinos siguen recordando el juicio. También hablan de las reformas que está efectuando Granella en su propiedad con el fin de alquilarla. A pesar de que los Piccirilli han perdido el pleito, todo el mundo sigue creyendo en la existencia de espíritus en aquella casa. Los vecinos Alfio y Accursio recuerdan el día del juicio. Luego encuentran a la vieja Filomena que les cuenta las últimas novedades de Granella).

Alfio.- ¡Pero sí, sííííí, claro que dijo que la casa estaba poseída! ¡Pero lo hizo sin convicción, sin ganas!

Accursio.- ¡Eh, así no se defiende un caso! ¡Y mira que el abogado Zummo habla bien, eh!

Alfio.- ¡Pero lo viste! ¡Lo viste! ¡Dejó asombrado a los jueces, al público, a todos!

Accursio.- ¡No hacía más que hablar de este padre del espiritismo!

Alfio.- ¡Kardec!

Accursio.- ¡Justo: Kardec! Decía que era un “nuevo Mesías”… ¡Grandes palabras, eh!

Alfio.- (Recordando las palabras del abogado Zummo). ¡“El espiritismo es la religión de la nueva humanidad”!

Accursio.- Dijo “religión” y todos se callaron. Ni una mosca se oía…

Alfio.- “¡La ciencia no lo explica todo!”

Accursio.- ¡Con la boca abierta, se quedó todo el mundo! ¡Grande este abogado, eh! ¡Grande!...

Alfio.- ¡Eh sí, tan grande que el caso lo ha perdido!... Los Piccirilli tienen que pagar a Granella…

Accursio.- ¡Este Granella es un desgraciado!

Alfio.- Pero ahí le tienes... ¡Hinchado como un pavo! (Repitiendo lo que Granella dice por todas las calles de Agrigento). “¡Me han hecho justicia! ¡Justicia! ¡Esos imbéciles me tendrán que indemnizar!”... Y venga a reírse… (Por la calle Atenea de Agrigento se ve subir a Filomena hacia el Barrio Alto). Mira, mira quien viene, por ahí, la Filomena….

Accursio.- ¡Buenos días Filomena!

Alfio.- Cansa la cuesta, eh…

filomena.- A mi edad qué quieres, hijo…

Accursio.- ¿Sabe que esta noche el Granella se va a dormir solo a la casa?

filomena.- ¡Todo el pueblo lo sabe! ¡No hace más que gritarlo por todas partes!

Alfio.- Me han dicho que ha dejado como nueva la casa.

filomena.- Eso dicen. Los que han ido a visitarla. ¡Yo ni loca!

Alfio.- ¿Y qué ha hecho?

filomena.- ¡Uhhh! De todo… ¡Pero nadie se la quiere alquilar!

Accursio.- ¡Imagínate, con esos espíritus!

filomena.- ¡Dicen que está que rabia!

Alfio.- Pierde dinero…

filomena.- Por eso esta noche se va a allí. Se ha llevado cuatro cosas: una cama, cuatro sillas y poco más… ¡Pero a mí no me la da! Tiene miedo

Accursio.- ¿Y cómo lo sabe?

filomena.- ¡Que cómo lo sé! ¡Pero si le han visto con dos pistolones que parece un bandido! Todo el barrio lo ha visto… ¡Lo que ha hecho contra los Piccirilli es un crimen! Es “un asesino” como dice la Mararo’… En fin, hijos míos, os dejo que todavía me queda cuesta…

Accursio.- Adiós Filomena. Y no se me canse…

Alfio.- ¡Adiós!

filomena.- Adiós, adiós…



ESCENA SÉPTIMA

(Casa de Granella. Exterior / Interior).

Granella, arrendatario
Alfio, vecino agrigentino
Accursio, vecino agrigentino
Filomena, vieja vecina agrigentina


(Granella en la casa vacía. Cierra la puerta de su habitación y echa el pestillo. Se asfixia de calor y abre un poco el balcón... Hace la cama… Le parece como si alguien llamara a la puerta. Se le ponen los pelos de punta... Se saca del cinto una de las pistolas, abre la puerta y grita).

Granella.- ¿Quién hay ahí?

(Retumba sombríamente el vozarrón en las vacías habitaciones. Y aquel retumbo hace retroceder a Granella. Pero inmediatamente se recobra. Adelanta el brazo con la pistola empuñada. Espera un rato, luego se pone a inspeccionar desde el umbral de la habitación de al lado donde hay una escalera de mano, apoyada contra la pared opuesta. Vuelve a entrar en el dormitorio. Coge una silla y se sienta en el balcón al fresco. Y de repente una sombra que vuela y un chillido de murciélago: ¡Zri!...)

Granella.- ¡Maldito murciélago!... (Ríe).

(Llega hasta sus oídos desde la habitación un crujido. Reconoce también enseguida que ese crujido es el de un espíritu)

Granella.- (Ríe). ¡Espíritus! ¡Espíritus!...

(Al volverse ve una lengua descomunal, blanca a lo largo del suelo).

Granella.- (Aterrorizado). ¡Dios, Dios, Dios!...

(Cierra con furia el balcón. Coge el sombrero, la vela, y se va. Tira de sí del portón y, pegado a la pared, sale a escape perdiéndose en la oscuridad. Cree Granella que nadie se ha percatado de su fuga. Pero en aquel almacén de enfrente de la casa, Alfio le ha visto salir lleno de miedo y de cautela, y también volver con las primeras luces del día. Impresionado por el hecho y por aquel extraño proceder, Alfio, esa misma mañana, comenta lo que ha visto con la vecindad, con Accursio y con Filomena…)



ESCENA OCTAVA

(Despacho del abogado Zummo. Esa misma mañana)

Zummo, abogado
Alfio, vecino agrigentino
Accursio, vecino agrigentino


(Zummo recibe exultante la noticia de la huída de Granella comunicada por Alfio y Accursio).

Alfio.- …Salió muerto de miedo y no ha vuelto a la casa hasta hoy por la mañana.

Accursio.- ¡Ese Granella ha visto los espíritus!…

Zummo.- (Con ojos que echan fuego). ¡Lo predije! ¡Os juro señores que lo predije!... ¡Haré que los Piccirilli apelen, y me valdré del testimonio del mismo Granella!... ¡Ahora nos toca a nosotros!... ¡Todos de acuerdo, eh, señores!

Alfio.- ¡Sí, sí, señor abogado!

Accursio.- Haremos lo que usted diga…

Zummo.- (Excitado). ¡Es fácil, es fácil! Esta noche nos esconderemos en el almacén de enfrente y cuando salga asustado le sorprenderemos. ¡Pero calladitos, eh! ¡No digáis nada a nadie! ¡Nada! ¡Juradlo!

Alfio y Accursio.- ¡Lo juramos!



ESCENA NOVENA

(Casa de Granella. Exterior. Por la noche)

Granella, arrendatario
Zummo, abogado
Alfio, vecino agrigentino
Accursio, vecino agrigentino
Otros vecinos


(Por la noche, poco después de las once, Zummo, Alfio y Accursio sorprenden a Granella. Mayor satisfacción que ésta, no ha tenido en toda su vida el abogado Zummo. El propietario de la casa, Granella, sale descalzo por el portal de su casa, precisamente descalzo, esa noche, en mangas de camisa, con los zapatos y la chaqueta en una mano, mientras que con la otra sostiene contra su barriga los pantalones que, vencido por el terror, no ha conseguido abotonarse. Alfio y Accursio se abalanzan encima, saliendo de la sombra, como tigres.

Alfio.- (Burlándose). ¡Buen paseo, Granella!

Accursio.- (Riéndose). ¿Adónde vas a estas horas, eh?

(Al pobre hombre, viendo que todos los allí apostados se parten de risa, se le caen los zapatos de la mano, primero uno y luego el otro; y se queda, con la espalda apoyada contra la pared, humillado y atónito.

Zummo.- (Colérico, mientras le sacude por la pechera). ¿Crees ahora, imbécil, en el alma inmortal? La justicia te dio la razón. Pero ahora tú has abierto los ojos. ¿Qué has visto? ¡Habla! ¡Habla!... (Granella tiembla de pies a cabeza, llora sin conseguir articular palabra).

FIN

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