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ESCENA TERCERA
(Despacho del abogado Zummo. Días después.)
Zummo, abogado
Eligio, pasante
Cammaroto, juez amigo
(El abogado Zummo camina inquieto cavilando en su despacho. Desde el día de su encuentro con la familia Piccirilli, no ha dejado de pensar en los espíritus. No cree en ellos, pero algo en su interior le hace dudar. De repente se mira frente al gran espejo y cómo es habitual en él reflexiona con su propia imagen).
Zummo.- ¡Ah, ahí estás mi querido abogado Zummo!... ¡Espíritus!... ¡Eh! ¿Quién te lo iba a decir, mmm?... El alma… ¡El alma inmortal!... ¿Tú crees en los espíritus, abogado? Date cuenta que para creer en los espíritus hay que creer en la inmortalidad del alma… ¡Uhhhhh! ¡La inmortalidad del alma!... ¡Palabras mayores, eh!... Bien, bien, bien… ¿Tú crees o no, eh?... Yo digo que no… No… Nunca he creído… Pero no estaría mal pensar un poco en todo esto… ¡Por ejemplo!: Se muere un amigo y ¿qué ocurre?... Que nos paramos ahí: en su muerte. No nos atrevemos a ir más allá… Preferimos mirar atrás y pensar en su vida… ¿Y la ciencia?... ¿Qué me dices de la ciencia, eh? Tampoco ella quiere ir más allá…“¡Preocupaos por vivir! - dice - Tú abogado haz de abogado. Tú ingeniero haz de ingeniero. Y uno hace de abogado, el otro de ingeniero… Pero ¿y el alma inmortal, eh?, ¿y los espíritus?, ¿qué hacen?... (Golpea el espejo). Llaman a la puerta del estudio: “Eh, señor abogado, que nosotros también estamos… Que queremos ver su código civil… ¿Qué ocurre? ¿Es que la gente racional no se quiere ocupar de nosotros? ¿No queréis ocuparos de la muerte? Pues mire usted, señor abogado, aquí estamos, venimos del más allá y llamamos a la puerta de los vivos… Sí, sí, sí… Estamos aquí para reímos a carcajadas dentro de los armarios, para hacer girar las sillas y aterrar a la gente. (Señala el espejo). Y también para poner en aprietos a un abogado culto. ¡E incluso a un a tribunal! Sí, un tribunal que además tendrá que emitir una sentencia novedosa sobre nosotros… ¡Los espíritus!...”
(Llaman a la puerta. Zummo se sobresalta. Es el pasante Eligio que le avisa de la llegada del juez Cammaroto).
Eligio.- Permiso, señor abogado, el juez Cammaroto está aquí…
Zummo.- (Sobreponiéndose). ¡Ah, sí!, que pase, que pase…
Cammaroto.- (Sale Eligio, entra Cammaroto con su código civil. Saludos). ¡Buenas tardes, querido amigo!
Zummo.- ¡Ah, mi queridísimo juez!, No sabes cómo te agradezco que hayas venido…
Cammaroto.- He estado consultando el código civil… Ese asunto que me preguntaste del arrendamiento... Creo que hay dos artículos…
Zummo.- (Se acerca hacia el estante y coge su código civil marcado en una página. Sin duda debe haberlo consultado). ¡Ah!, sí, sí justo, justo, aquí lo tengo… El.1.575
Cammaroto.- (Abre el código). ¡Exacto! ¡Y el 1.577!…
Zummo.- (Excitado). Sí, sí, sí… ¡Coincidimos! ¡Coincidimos!.. ¡1575!: (lee). “El arrendador está obligado a… bla bla bla… Primero: a entregar al arrendatario la cosa arrendada. Segundo: a mantenerla en buen estado, etc., etc.; y tercero: a garantizar el disfrute pa-cí-fi-co…”
Cammaroto.- ¡Eso es!... Y el 1.577… (Lee): “El arrendatario debe estar asegurado contra todos los defectos o desperfectos de la casa…
(Llaman de a la puerta del despacho. Es de nuevo el pasante, Eligio).
Eligio.- Disculpe, señor abogado, el Señor Serafino Piccirilli y su hija están aquí, ¿qué les digo?
Zummo.- (Molesto). Dígales que no puedo atenderles…, que estoy estudiando su caso… ¡Que no me distraigan, por Dios!... Cuando sepa algo ya les mandaré llamar…
Eligio.- Muy bien, señor abogado. (Sale y cierra la puerta del despacho).
Cammaroto.- (Con cierta curiosidad). ¡Ah! ¿Entonces son los Piccirilli por lo que preguntabas todo esto?... ¿Es por lo de la casa de Granella?...
Zummo.- (No queriendo entrar en detalles). ¡Eh, sí, sí! ¡No sé! Un caso nuevo, distinto... Pero no estoy seguro… No estoy seguro…
Cammaroto.- (Mirando los libros de espiritismo). ¡Y esto! (Coge un libro y lee el título). “Historia del espiritismo. Desde los orígenes, hasta nuestros días”…
Zummo.- (Molesto). Investigo. Leo, así… Me informo…
Cammaroto.- (Coge otro libro de la mesa). ¿Y éste?... (Lee). ¡“El faquirismo”! (Se ríe burlándose).
Zummo.- (Molesto). No tiene ningún interés…
Cammaroto.- (Asombrado). ¡No creerás en los espíritus!
Zummo.- ¡Yo! ¡No, por Dios! ¡No!...
Cammaroto.- (Se levanta). En fin, sea lo que sea, espero haberte ayudado. Ahora tengo que irme… Que tengas muy buena tarde… (Bromeando). Y cuidado con los espíritus, eh…
Zummo.- Adiós, adiós…
(Sale el juez Cammaroto. El juez Zummo de nuevo vuelve a hablar consigo mismo).
¿Lo ves, abogado? ¡Se ríen de los espíritus!… ¡Pero cómo pueden reírse!... Si es el problema de la muerte… ¿Puede el alma de un difunto volver aquí y estrecharte la mano? ¿Eh?... ¿Qué te diría? “Zummo, tranquilo, no te preocupes por esta vida terrena. Existe otra vida”… ¡Pero espera, espera, espera...! ¿Y si uno de esos tres es un médium?... ¡Claro! ¡Uno de ellos es médium y no lo sabe!… ¡Pero entonces en la casa nueva, tendría que haber espíritus y no los hay!... Sólo los hay en la casa de Granella… Y, ah, ah, ah… (Señalando con el índice la imagen del espejo y en tono de advertencia y preocupación), si hay un médium, mi querido abogado, el proceso se viene abajo… Todo. La culpa no sería de la casa… ¡Basta, basta, da igual! Hay que demostrar si uno de ellos es médium. (Abre la puerta del despacho y llama Eligio)… Eligio, tenga la bondad…
Eligio.- Sí, señor abogado.
Zummo.- Mande a alguien a casa de los Piccirilli y que les diga que mañana pasaré a verles. Es urgente.
Eligio.- Muy bien, señor abogado…
ESCENA CUARTA
(Nueva casa de los Piccirilli. Sesión de espiritismo).
Zummo, abogado
Serafino Piccirilli, padre
Mara Rosa (Mararo’), madre
Tinina, hija
(Mesa en el salón de la nueva casa de los Piccirilli. Los cuatro con las manos extendidas y rozándose con los meñiques).
Tinina.- (Contrariada). ¿Pero de verdad que es necesario?
Zummo.- ¡Imprescindible!
Mararo’.- ¿Y esto no irá contra Dios?
Zummo.- ¡No señora! ¡No! Son pruebas de la existencia del más allá, del alma inmortal…
Serafino.- Nosotros, señor abogado, somos creyentes…
Zummo.- Justo, justo, crean, crean…
Serafino.- Pero, pero y los; y los demonios…
Mararo’.- (Llevándose la mano al pecho y con un escalofrío). Sssssssssss… Los demonios, ¡eso no!, ¡eso no, por Dios!…
Tinina.- (Asustada.) Los de… mo… nios…
Zummo.- ¡Señores, es necesario para el pleito! ¡Imprescindible! Sin esta prueba, no hay pleito…
Mararo’.- Pero…
Serafino.- (A Mararo’). Chssssssss, déjame hablar… (A Zummo) No, no es algo que nos agrade, señor abogado…, pero… si usted considera…
Zummo.- (Impaciente.) ¡Sí, sí, claro que lo considero!... (Indicando que pongan las manos sobre la mesa). ¡Las manos! ¡Las manos! ¡Empecemos ya!...
(Todos se disponen, de nuevo con las manos extendidas sobre la mesa y rozándose con los meñiques).
Recuerden, dos golpes querrá decir “sí”. Tres “no”… Es la base de la Tiptológia…
Mararo’.- (Pronuncia de forma errónea) ¿‘Titología’?
Zummo.- ¡Tiptología!... Y silencio… Silencio… Concentrémonos…
(Comienza la sesión. Semioscuridad. De forma extraña, Tinina va cayendo en trance, en un estado alterado de conciencia, un estado inconsciente parecido al del sueño hipnótico. Todos se sorprenden, incluido el abogado Zummo, que a pesar de todo, y excitado ante los poderes mediúmnicos de Tinina, invoca al espíritu).
Zummo.- (Ante el amago de Mararo’ de retirar las manos).
¡No rompan la cadena! ¡No la rompan!... Chsssssss… ¿Estás ahí?
(Se oyen dos golpes. Todos se espeluznan. Zummo, a pesar de estar estremecido se halla en un estado de excitación intelectual. Tinina aumenta su estado de trance mediúmnico)…
¡Está, está!…
(Mararo’ se encuentra al borde del desmayo).
(A Mararo’). Chsssssss… Chsssssss… (Al espíritu). ¿Puedes materializarte?...
(De nuevo se oyen dos golpes. Y poco después comienza a salir una materia amorfa y sin definir de las manos de Tinina que ha levantado suavemente sus brazos abandonando la cadena mediúmnica para dar forma a un “ectoplasma”, que se eleva por la habitación. Todos están horripilados. Zummo, a pesar del terror está entusiasmado).
¡Un ectoplasma!...
Mararo’.- (Se levanta aterrorizada). ¡Basta! ¡Basta! Luz, luz… (Mararo’ enciende la luz. El ectoplasma se diluye penetrando de nuevo en las manos de Tinina que ha quedado como desmayada en su asiento. Serafino intenta reanimarla. Mararo’ acude en su ayuda)…
Serafino.- (Reanimando a Tinina). Tinina, Tinina, despierta…
Mararo’.- Hija mía, despierta, despierta… (Tinina va saliendo del trance).
Zummo.- (Aterrado y dichoso, con los pelos de punta). ¡Es una médium! ¡Una médium!
Serafino.- (Ante esas palabras y temiendo que el pleito se venga abajo). ¡Pero cómo una médium! ¡Pero no, señor abogado! ¡No puede ser!... ¡Perdemos el pleito!
Zummo.- Pero ¿qué les importa eso, señores? Paguen, paguen el juicio. Eso no es nada. ¡Aquí, por Dios, tenemos la revelación del alma inmortal!…
Mararo’.- (Nerviosa, asustada, solícita con su hija y sobrepasada por los acontecimientos). ¡Pero qué alma! ¡Usted está loco!... (A Tinina). Tinina….
Tinina.- (Aún medio dormida). ¿Qué ocurre?
Mararo’.- (Besa a su hija). Tinina, Tinina…
Serafino.- (Suplicante, con tono llorón). ¡Por favor, señor abogado, no diga nada de esto en el juicio!…
Zummo.- ¡Pero no se dan cuenta del descubrimiento!
Serafino.- (Suplicante). ¡No nos traicione, por el amor de Dios!
Mararo’.- ¡Pero qué le cuesta, qué le cuesta callarse, señor abogado!
Zummo.- (Molesto). ¡Está bien, está bien!… No diremos nada de esto. No se preocupen. Diremos que la casa de Granella está poseída…
Serafino.- (Obsequioso). Gracias, señor abogado, mil gracias…
Mararo’.- (Agradecida). Gracias, gracias…
Continuará…
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